Hoy.

Hoy, vaya mierda de día. Hoy me he levantado y ya estoy hasta las pelotas. Hoy ha amanecido con un cielo ennegrecido, como ennegrecida está mi alma de perdedor. Hollín, mediocridad y esa otra substancia negra y pegajosa que fluye lentamente mancillando todo lo que toca. Yo le llamo conformismo. Estoy en el reino del ir tirando, de hacer las cosas mal y tarde para luego con dedo acusador buscar un culpable que tape nuestra propia inutilidad.

Es temprano aún, pero la motivación ha vuelto a nacer muerta en este día de los Santos mediocres; San Inútil, San Solo Escucharé mi Propia Voz y San Me Masturbaré Ante el Espejo. Estoy en una época donde para ser políticamente correcto debes ser mediocre, si intentas alcanzar nuevas metas de excelencia enseguida recibirás las pedradas de la clase mediocre que ve mal que alguien quiera escaparse del rebaño.

La doctrina oficial reza, niega lo nuevo, destruye lo innovador, apaga la llama de la verdad y acalla el suspiro vital del universo haciendo más ruido. El ruido estridente que no busca la armonía, que busca anegar los sentidos en lugar de apaciguarlos. El ruido es el compañero inseparable de la mediocridad pues aquel que no tiene fuerza de convicciones, trata de escudarse en el ruido. Por eso cuanto más perdidos, más tendemos a gritar. Sustituimos la fuerza de la razón, por la furia del grito pelado.

Hoy ha amanecido lloviendo, pero no es la lluvia limpia que anega la tierra y abraza la vida con su susurro de vida. No, es la otra lluvia. La lluvia de las esperanzas perdidas que se pega a las piedras y espera ansiosa a evaporarse para volver a ascender. Es la lluvia que niega su propia naturaleza y intenta alcanzar unas alturas que ya no le pertenecen. Es la lluvia perdida, como perdidas andan nuestras almas.

Este es mi mundo. Vivo en un campo de nabos, con el Señor Berrón al otro lado del muro levantándose cual cíclope guardián de ovejas. Donde anda Ulises, seguro que borracho en la playa, varado entre las algas y el chapapote. Él, que venció al canto de las sirenas, ha sucumbido a la verborrea del señor Berrón.

Pues nada, a seguir tirando. Veremos que pasa cuando el excremento general nos cubra hasta las orejas.

* Colaboración enviada por El Bota Negra