Mi primer secuestro.

Cuenta mi señora madre, que cuando era pequeño, mis padres pensaban que tenía algún tipo de enfermedad cerebral, o bien que estaba poseido por el mismísimo demo.
(Debido a nuestra especial relación, no tengo claro si todavía lo siguen pensando).

Tiene anécdotas sin fin, sobre las aventuras con las que los agasajaba.
Mi madre recuerda, con una mezcla de añoranza y espanto como me expulsaron a la tierna edad de 3 años de la primera guardería a la que me llevaron.
La profesora que nos cuidaba, cuyo nombre no recuerdo, preparaba en la cocina de la guardería la comida para su marido, que iba todos los días a comer allí con ella.
Al parecer en más de alguna ocasión, el marido se encontraba con que ya no quedaba nada.
Las primeras veces provocaron extrañeza y sospechas, pero al final tras descubrir el misterio, ya iban directamente a darme bicarbonato.

Tengo vagos recuerdos de lo que pasó aquella mañana. Creo que la profesora me había reñido por alguna travesura; si recuerdo que estaba enfadado.
Fue entonces aprovechando un descuido de la profesora que había salido del local (situado en un primer piso) cuando me acerqué a la puerta y cerré con llave desde dentro.

Ahí comenzó el show. La profesora en pleno ataque de nervios, intentando convencerme de que abriese la puerta, mientras yo me lo pasaba pipa rodeado de niños histéricos, llorando desconsoladamente.
Creo que la situación se prolongó durante casi una hora, durante la cual yo me dedicaba a asomarme por la ventana subido a una silla para reirme de la gente que estaba abajo intentando convencerme de que abriese la puerta o tirase la llave.
Finalmente, y mediante una escalera consiguieron subir al local, y en ese momento viendo que ya se había acabado mi situación de poder, me decidí a abrir la puerta.

(No cuento lo de que bebía del retrete, porque igual no queda muy fino).