Who cares..

El año pasado se comercializó un film llamado Man to man. En el se narra la historia de un explorador escocés, que tras una de sus expediciones se lleva consigo dos Pigmeos a Edimburgo, y donde estos finalmente acaban expuestos en el zoo como ejemplo del eslabón perdido entre el simio y el hombre.


Se trata de una historia irreal, aunque como siempre:
La realidad, supera a la ficción.


Si bien en nuestra memoria colectiva y/o mediática nombraríamos sin duda a Mr. Joseph Merrick, como ejemplo de espectáculo-exhibición sobre la anatomía humana, durante el siglo XIX los llamados zoos humanos era una práctica frecuente, y a la vez muy rentable.

A finales de dicho siglo, un avispado comerciante de visita en Sudáfrica, consiguió llevarse a Europa a una joven chica de la tribu de los Khoikhoi, debido a la peculiar forma que tomaban las nalgas y otras partes del cuerpo de estas mujeres.

La degradación de nuestra raza, comenzó a sumar algún punto más a partir de este momento.



Su nombre era Saartjie Baartman , una chica de apenas 20 años, que de un día para otro, pasó de ser una sirvienta más en una plantación holandesa, a centro del espectáculo más paupérrimo de Londres en primer lugar, y de París después.

Tras ser tocada e inspeccionada por todo aquel que pagase los suficiente durante años, acabó siendo prostituida y muriendo de sífilis o alguna infección indeterminada.

Su cadaver fue diseccionado y expuesto por partes en el antiguo Museo del Hombre de Paris hasta 1974.

Los restos, tras varias peticiones formales, fueron devueltos finalmente a Sudáfrica en Agosto de 2002, donde hoy descansan en un mausoleo honorífico, tras la presión ejercida por Nelson Mandela sobre el gobierno francés.